Año
Ubicación
Tipología
Metraje
Clientes
Arquitectura
Equipo
Estructuras
Ingenierías
Interiorismo
Estado
Premios
2022
Zorritos, Tumbes-Perú
Vivienda Multifamiliar
322 m2 (Casa)
5,012 m2 (Condominio)
T. Awe
C. Margary
O. Moy
Inmobiliaria Jahuay
404 Arquitectura
Israel Ascarruz
Diego Hernández
Impacta Design & Building
Moreyra Ingenieros & Arquitectos
Rebeca Escribens
Construido
Mención Honrosa (BAP 2022)
El complejo de viviendas Casamar se emplaza sobre una playa de Zorritos, entre la carretera Panamericana Norte y pocos metros del mar peruano-norteño del Océano Pacífico.
La historia de esta obra comienza con 5 amigos que decidieron comprar un terreno en la playa, con el fin de convertirlo en un espacio vacacional personal cuando lo necesitasen; y, cuando no, de alquiler. Por ello, y con un fin diplomático, el terreno debía dividirse en 5 parcelas homogéneas; y contener una misma pieza de vivienda que se repetiría 5 veces.
Es ahí cuando emerge la Casa M1; una unidad que debía funcionar como una vivienda individual para cada uno de los usuarios -propietarios o arrendatarios-, pero que adquiere sentido a través de la configuración de su conjunto.
Parametrizada por su sub-lote -de 8m de ancho por 100m de largo-, la unidad requería una forma alargada que pueda contener todo el programa necesario para funcionar. Asimismo, los usuarios pedían privacidad entre una y otra para poder ser arrendadas a diferentes familias, por lo que tenía que haber completa reclusión entre los lados adyacentes de las casas.
Ante esta premisa, la unidad debía optar por fachadas laterales y posteriores -Norte, Sur, y Este- sumamente ‘opacas’; y crear estrategias para generar un ingreso, controlado y eficiente, de luz y aire a través de vanos esbeltos, luz cenital y destajos que, luego, formarían balcones. Opuestamente, hacia el Oeste la fachada podía ser muy traslúcida para obtener la mejor vista del mar y la playa sin perder privacidad.
De esta manera, la pieza del dormitorio se concibe bajo la idea antagónica de necesitar abrirse sin permitir un registro visual; ya que, además de ser la parte más íntima del programa, debía estar ubicada en una de las fachadas privadas de la pieza.
Como respuesta, se crea una pieza modular de dormitorio la cual, a través de destajos en la fachada sur, funciona con un patio o balcón privado que le permite abrirse hacia el Oeste. Esto le da la posibilidad de recibir el viento predominante del suroeste, y tener vista hacia el mar y la puesta de sol en cada una de las repeticiones.
Sumado a las anteriores condicionantes, el factor del clima ecuatorial de altas temperaturas y lluvias torrenciales quedaba por ser atendido.
Por ello, complementario a la composición de los balcones, la termodinámica aparece como una respuesta formal al contexto a través de los techos. Mediante un juego de alturas e inclinaciones en las losas que cubren el segundo nivel, la casa ilumina todos los dormitorios con luz cenital; y funciona en armonía con los balcones para recibir el aire fresco del vano amplio del suroeste y expulsar el aire caliente a través del vano alto del noreste con ventilación cruzada.
Esto resultaría en que la repetición de esta pieza modular se convirtiese en el núcleo de composición y configuración del proyecto.
Complementariamente, las unidades aprovechan el largo del sub-lote para desfasarse y aumentar el ángulo visual de los balcones hacia el exterior. Además, esta distribución en el segundo nivel provocaría que, al estar todos los dormitorios ubicados hacia el lado sur de cada unidad, y, por ende, la circulación hacia el lado norte, el tiempo de traslape entre los usuarios de una unidad y otra se reduzca al mínimo.
En esta narrativa que iba adquiriendo la unidad, hacía sentido que la primera y segunda planta distribuyeran dicotómicamente el programa.
Por consiguiente, si el segundo nivel tenía que albergar el programa nocturno de la casa y crear intimidad; entonces, el primer nivel debía contener el programa diurno, y podía funcionar como una extensión de la playa y el horizonte. En ese sentido, se plantean los dormitorios como piezas que funcionan en unidades privadas; y, por el contrario, el área social como un espacio amplio y sencillo. Además, esto le daría la oportunidad al hall de ingreso, que contenía la escalera, de volverse un espacio de convergencia entre estas dos partes de la dicotomía; marcando el inicio y el fin entre ambas, y convirtiéndose en el espacio articulador de la unidad.
Paralelamente, se propone la estructura de la casa como parte integral de la arquitectura, de modo que hagan simbiosis entre sí. De esta manera, la espacialidad de la casa no se ve interrumpida por elementos disruptivos, ya que es la misma arquitectura la que la estructura por sí sola.
El resultado de este trabajo se traduce en que, al recorrer la Casa M1 y el conjunto Casamar, el usuario se encuentre con situaciones muy variadas, y ricas, de exposición de luz y aire que enriquecen el recorrido espacial de la obra; y lo vuelven cómodo, interesante y agradable en todo momento para el que la habita.